Miro por la ventana en esta plomiza mañana de diciembre,
contemplando las empinadas colinas,
formado por pequeños olivos que rodean la casa por ahí abajo
donde tu mirada se rompe contra las colinas que tienes delante.
Hace frío afuera, será cortante y ventoso la temporada que podremos en Navidad.
Mientras mi mirada vaga por las crestas del bosque,
el crepitar del fuego recién encendido en la chimenea
me arrulla con el dulce recuerdo del camino que recorrí,
dándome una agradable sensación de paz.
Hoy, frente a esta ventana, los recuerdos se desvanecen
relacionado con la dureza de mi vida,
al sentimiento de abandono por la pérdida de mi padre,
a ese accidente que me marcó para siempre,
a la creciente responsabilidad por la familia
y los innumerables defectos que mi cuerpo ha resaltado a lo largo de los años.
A los 56 dejo mi trabajo y recupero mi vida.
No tengo sueños en particular,
No quiero estar en otro lugar,
No quiero ser otra persona,
No quiero estar con otra familia.
Me gustaría seguir escuchando el crepitar del fuego en invierno,
Quisiera seguir caminando por mis cerros,
Me gustaría ver las hojas cambiar de color durante mis caminatas,
Me gustaría ver crecer olivos fuera de la casa,
Me gustaría seguir sintiendo el calor de mis hijos
que están comenzando a caminar por su camino.
Me gustaría seguir viendo las arrugas de mi esposa,
como pequeñas sonrisas en su piel,
Me gustaría ir a misa el domingo a reunirme con amigos
sentirse como una familia extendida.
56 años, ya, una buena edad para ser libre y sereno
después de muchas pruebas y dificultades.
Pero ahora, sentado en mi sillón favorito, frente al fuego,
Entiendo que no podré ver hojas, colores, sonrisas, olor y calor,
ver amigos, frutas, caminos, rocío de la mañana y colinas.
No podré acariciar el dulce rostro de mis hijos y, entiéndelo,
mirándolos a los ojos, es hora de que los dejes ir.
Ya no habrá nada, porque nadie, ni siquiera los que corren hacia mí.
me puede ayudar.
No habrá hermano, hermana, niños, médicos y medicinas para encontrarme.
Te miro ligero, tranquilo.
56 es ahora mi número,
como una carrera a pie, estoy recorriendo mi nuevo camino,
pero los tengo a todos cerca, en un día en que el sol
brilla en todo,
dando incluso a la imperfección de la existencia
un alcance perfecto.
56 es ahora mi número.
Traducción automática. Nos disculpamos por cualquier inexactitud. Artículo original en italiano.